La cantante Anni B Sweet en una fotografía promocional.
A estas alturas, no puede decirse que la cantautora malagueña Anni B Sweet se estrene en la música, pero sí en una etapa estelar. Su cuarto álbum, Universo por estrenar (Subterfuge Records), marca «un antes y un después» en su trayectoria porque, por fin, consigue «abrir una puerta que estaba cerrada»: la artista se despide del folk cantando –por primera vez– en castellano y mantiene su misterio, ahora, a golpe de sintetizadores, pop psicodélico y mucho baile.
Al mismo tiempo, conserva su fidelidad al sonido de épocas pasadas, con sus típicos guiños al soul sesentero, el rock de los setenta y el de la new wave de los años ochenta.
Ana López (1987) empezó su carrera en la música siendo una veinteañera y consiguió o saltar incluso al plano internacional con temas como Take on me (2009). Ahora, se planta frente a sus miedos y se sumerge en una etapa más colorida, lo que se percibe solo con mirar la portada de su nuevo álbum, diseñada por el ilustrador y muralista Pogo (que ha colaborado con grupos como Tame Impala, a quienes Anni se acerca más que nunca en lo musical).
Universo por estrenar fue producido por el líder de los británicos The Temples, James Bragshaw. Greg Calvi se encargó de la masterización en Estados Unidos y, en España, fue Ángel Luján. Al frente de la mezcla estuvo Javier Doria.
El fin de una época de bloqueo
Según la autora, su cuarto trabajo nace de «una época de bloqueo«: «Tiene ese punto de deshinibirme, liberarme de todas las ataduras que tenía. No era capaz de escribir, pero me dijeron que me relajara y me soltara, así que empecé a escribirme a mí misma«.
Esta etapa vital se proyecta en canciones como Sola con la luna, La vida está en otra parte y Mente hambrienta, que muestran cuál fue su «estado de ánimo» durante todo un proceso de búsqueda de «nuevos sonidos y efectos para envolver la letra en un paisaje con sentido». «Es un disco en el que, cuando todo baja, de pronto sube, porque me sentía con un montón de energía», afirma la cantante.
Aunque en su anterior álbum, Chasing Illusions (2015), la artista ya dejaba caer cuáles eran sus intenciones, partiendo de sus ganas de introducirse en este nuevo paraíso de psicodelia. «Había momentos en los que, cuando hacíamos instrumentales, nos dejábamos llevar; supe que necesitaba eso en el disco nuevo, porque lo pasábamos muy bien».
Lo mismo sucedió con su manera de vincularlo a la astrología, algo que percibe como una «analogía con la vida», sobre todo en canciones como Astronauta. «¡Podría estar cantándole a un amor astronauta, quién sabe!», sugiere.
En cuanto a su atrevimiento con el castellano, no es la primera vez que intenta componer en este idioma. «Tuve un momento en el que el cuerpo me pedía un reto. Con el castellano salí de mi zona de confort, vi más luz en él que en el inglés», reconoce.
Los miedos, una fuente imprescindible
Pero este no fue el único «monstruíto» al que se enfrentó. La cantante quiso plantar cara a su «yo del pasado», a la «Anni tímida». Aunque afirma que «todos esos miedos que no se quieren marchar» –tal y como canta en Qué hago aquí– todavía permanecen, lo que no es tan malo: «Sin los miedos yo no escribiría canciones, me mantienen viva».
Lo cierto es que, tras de haberse encauzado en un camino lleno de cambios, lo que permanece inmutable es la «sinceridad», asegura. «No son las típicas canciones que la gente vaya a escuchar de manera fácil, podría haberlas hecho de otra manera, pero no iba a ocurrir; quería dejarlas ser, al igual que las letras».
«En mi universo estuve a gusto, lo disfruté; ahora, quiero que quien escuche el disco esté en uno donde se sienta cómodo: si necesita bailar, que baile y, si necesita llorar, que llore«.