Damien Rice abraza con su voz visceral a las 2.000 personas que llenan su primera cita en Madrid

Imagen del vídeoclip del tema ‘I don’t want to change you’ de Damien Rice.
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Este jueves U2 volvía a la capital después de 13 años. Pero eso no impidió a su compatriota Damien Rice llenar el Teatro Circo Price en su primera actuación en Madrid. Él solo en el escenario. No necesitó nada más que un par de guitarras, sus pedales, un piano y su visceral voz para mantener clavadas en la silla con la piel de gallina a 2.000 personas durante dos horas.

Ya dijo en su actuación en el Festival Cruïlla de Barcelona, en 2016, que volvería para tocar en un teatro. Quizá porque se siente más cómodo y crea un ambiente más íntimo para su show, con un tímido único foco la mayoría del tiempo y jugando con la oscuridad para que muchas veces Rice pareciera un artista divino recién llegado de otro planeta. Porque así es.

El cantautor irlandés arrancó tras una ovación de un público que le recibía con ganas en su primera actuación en Madrid tras 20 años de carrera. The professor & la fille danse (B-sides) fue la elegida en primer lugar, con ese delicado final en francés cerrado con un interminable solo que cortó la respiración a los asistentes.

Tras este potente aperitivo, este hombre que parece haber salido de pasar la noche en la boca de un metro, fue deleitando al público con los temas de sus tres únicos discos (0, 9 y My favourite faded fantasy). Daba igual cuál escogiera, todos son himnos.

«Hace 20 años pensé en mudarme a España porque en Irlanda siempre hay un densa capa de nubes grises», contó Rice al público. Se sentía cómodo en el teatro, revelando al público anécdotas íntimas que dieron origen a algunos de sus éxitos. Preguntó a los asistentes por qué canción tenía que continuar el espectáculo e incluso subió a un par de fans para que le acompañaran en los coros de Cold water. Un momento fan que quizá incomodó a quienes pagaron 60 euros por escucharle a él y pidieron silencio las pocas veces que el público chilló.

Este escéptico del amor desbordaba sentimiento en cada sacudida que daba a las cuerdas de sus guitarras. Logró de nuevo suplir la ausencia de las gaitas del estudio jugando con sus pedales, pero sin alcanzar el clímax que enmudeció al público en el Primavera Sound de 2015 o Cruïlla de 2016.

Después de una hora y media que supo a poco, los asistentes patalearon en el suelo haciendo temblar las entrañas del Circo Price. Rice volvió para un bis que abrigó a los presentes y satisfizo las ganas de escuchar el tema que le dio a conocer, The blower’s daughter. Completamente a oscuras, sin micros, el Damien Rice más puro posible se despidió con Cannonball y «¡Gracias!», sin dar pistas de si habrá que esperar otra eternidad para volver a escuchar su cautivador folk-rock en Madrid.

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