Son los artistas quienes son capaces de coger sentimientos como la nostalgia, la alegría, el amor, la rabia o el miedo y domarlos, moldearlos y convertirlos, por ejemplo, en canciones.
Eso es lo que ha hecho en el disco Del Sur (a la venta el 4 de octubre) Virginia Maestro, muy lejos ya de aquel OT que ganó y habiendo conquistado un sueño que tiene nombre de ciudad sureña.
Por delante, singles ya disponibles como Disparando o Miel, luna y piel y conciertos programados, muchos, de entre los que destacan el del 28 de septiembre en el Riofest, en San Juan de Aznalfarache (Sevilla), con una gran banda de músicos o los conciertos en el Café Central de Madrid el 3, 4, 5 y 6 de octubre.
¿Qué vamos a encontrar en ‘Del Sur’?
Es un álbum muy directo y honesto y muy luminoso por estar grabado en directo. Es minimalista y eso contribuye a la comunicación que yo quiero establecer con el público. Hay dos partes muy bien diferenciadas. Hay una historia que va contada de forma cronológica y sin haberlo pretendido es un álbum que tiene un principio y un final. En la primera parte he concentrado sin darme cuenta las emociones más viscerales, las cuentas pendientes que contenían la rabia y los enfados, pero ya colocados, ya fuera de mi organismo.
¿Con qué o con quién tenía esas cuentas pendientes?
Desde inseguridades por experiencias pasadas, hasta miedos, miedo a amar, a mostrarme, a ser capaz incluso de acallar al miedo. Muchas veces el miedo nos paraliza.
¿Y en la segunda parte?
Empieza una parte mucho más tierna, más dulce, llena de emociones más amables. Es un proceso que vivimos todos los seres humanos en alguna parte de nuestra vida, que es cerrar una etapa y empezar otra.
¿Y qué cierra usted?
El encarar una serie de experiencias que no había encarado como hasta ahora, cosas que no me había contado a mí misma de esta manera. Así he podido acceder a otros rincones más amables de mí misma y enfrentar el día a día y el futuro, donde quiero seguir trabajando, conectada a mi tierra.
Su patria chica es fundamental en este disco…
Ni lo había planificado, ni habría podido aunque quisiera, porque soy muy caótica. Pero ya en el anterior disco, que se llamaba roots (raíces) empecé a mezclar el inglés con el español y creo que fue un preludio. Según van pasando los años yo que vivo en Madrid, voy sintiendo más nostalgia por mi tierra, la tierra andaluza. Es un lugar que me proporciona paz y eso es lo que empiezas a necesitar en cierta etapa de tu vida.
Y todo queda al sur, su tierra, el lugar al que quería ir…
Hay una canción que conecta ese sur de nacimiento con el sur de Estados Unidos, en Nashville, donde grabé el disco. Todas las canciones en español están impregnadas de eso, de un aroma de bolero mezclado con música americana.
Su lista de influencias es enorme y muy variada, ¿la música que usted compone es la música que le gustaría escuchar?
No me lo planteo de manera consciente… creo que es a la inversa: porque he escuchado la música que he escuchado y porque me ha gustado, de manera inconsciente compongo lo que me gustaría escuchar, porque eso es lo que fluye, lo que sale de la coctelera que hay en lugar de mi cerebro de donde salgan las canciones. Mi objetivo al componer es no juzgarme para que lo que llevo dentro fluya.
Si te gusta la música, debería gustarte cualquier género, ¿no?
Totalmente de acuerdo. Yo a veces me regaño a mí misma y me digo ¡deja ya de escuchar la misma música! Pero claro, pones Spotify y vas descubriendo artistas relacionados. Pero aún así mi espectro musical es medianamente amplio.
¿Compone por inspiración o por perseverancia?
Yo necesito mucha intimidad. Y casi siempre la inspiración me pilla trabajando, salvo excepciones, como pasó con Miel, luna y piel, que fue una canción muy inspirada. A veces hay momentos mágicos de inspiración en los que estabas a cualquier otra cosa y de pronto no eres consciente de que empiezas a cantar una melodía y te gusta y coges la guitarra. Y con Miel, luna y piel tenía la canción terminada en una hora. A veces salen tan fáciles que pareciera que las hubiera aprendido en otro momento de mi vida y sólo las estuviera recordando.
¿Como en la película Yesterday? ¿A qué grupo le robaría usted las canciones como pasa en ese film?
Pues es que soy muy beetlemaniaca. Yo empecé a tocar la guitarra con un libro de los Beatles… pero si no fuera de ellos, quizá las de Janis Joplin, Amy Winehouse, Sam Cooke, Al Green, The Everly Brothers, Carole King, Aretha Franklin…
Está perdiendo la oportunidad de robárselas a Luis Fonsi, por ejemplo…
No me importa lo más mínimo (risas).
¿Hay temas en sus canciones más allá de lo personal, con temas sociales o políticos?
No, no me ha llegado de momento esa etapa. Hay compañeras y compañeros que han sido súper valientes y se han metido ahí, pero a mi no me lo ha pedido todavía el cuerpo. No se ha terciado, no sé si lo haré en el futuro. Hablo del amor desde el miedo a amar por el miedo a sufrir, del desamor, de la nostalgia, de la rabia por la parálisis del miedo, le grito al miedo. Pero también lo hago desde la calma y de la seguridad de no estar ya en esa etapa. Hablo de la muerte de mi abuelo Nicolás, de las ganas que tengo de seguir trabajando, hablo de la música como un amor personificado, que quieres tocar. Hablo de mi pasado, de los principios de mi carrera, de OT y esas cosas. Hay varias canciones que hablan de ese tema. Ha sido muy liberador. Estoy deseando subirme al escenario y compartirlo con la gente.
Rosa López, Amaia Romero y usted ganaron OT y me da la sensación de que no eligieron el camino fácil, las canciones de otros que llegarían al público masivo…
Son tres casos muy diferentes porque vivimos experiencias distintas, pero te entiendo. Cuando sales del programa las opciones son muchas. En el caso de Rosa sé que ella sigue trabajando mucho y muy duro y que cada disco es una aventura nueva y por fortaleza, optimismo y talento la admiro muchísimo. En el caso de Amaia… he de confesar que desde que estuve en el concurso no he sentido la necesidad de seguirlo mucho, no porque fuera malo, ni bueno ni todo lo contrario, sino porque no me ha apetecido volver a verlo. Pero al final por las redes sociales todo nos llega y Amaia me parece una cantante y una compositora muy especial, me parece que tiene un talento desmesurado para su juventud, lo cual es buenísimo y le augura una vida musical muy feliz.
¿Y en su caso?
Pues yo no me senté después de Operación Triunfo a pensar «¿ahora qué hago?». Estaban pasando tantas cosas en mi vida que tampoco estaba muy serena. Saqué Labuat feliz de compartirla con Risto Mejide y The Pinkertones y pensé que más adelante ya empezaría una carrera discográfica como compositora. Y eso fue lo que hice. Y para mi no ha habido otra alternativa. Al cantar y tocar la guitarra desde los once años para mi eso era lo natural, algo inevitable. Hacer otra cosa me habría parecido más difícil. Para mí elegir el camino más fácil habría sido un infierno. Iría contra mi naturaleza, a mi me gusta la creación y la producción de un álbum y nada me llena más que cantar algo mío, porque qué mayor verdad hay que compartir una canción sobre algo que has sentido tú. Es verdad que mi carrera ha fluctuado muchísimo, con momentos muy buenos y otros más complicados, pero aquí estoy once años después, con muchísimas ganas y con el mismo amor a la música.
¿Los conciertos son la mejor parte de hacer música?
Hay conciertos maravillosos y otros que ese día no te levantas con plenas facultades, pero sí es una de las mejores partes de la música. Partes del silencio y de repente hay una cuenta atrás mientras subes las escaleras del escenario y se rompe ese silencio y estás en una burbuja mágica en la que compartes el amor con la gente y te retroalimentas con el público. Pero es sólo una parte, creo que hay otras dos: También me parece algo maravillosamente inexplicable de componer una canción, crear una canción desde cero. Siempre me he preguntado qué pasa en el cerebro, qué parte se activa en ese proceso. Y por otro lado otra parte muy bonita es el llevar la canción al estudio y compartirla con músicos y productores y vestirla, verla crecer, esa transición entre una maqueta y cómo la completas. ¿Con cuál me quedaría? Pues depende de qué concierto, qué canción o qué día de estudio hayas tenido.
¿Qué le ha aportado grabar en Nashville?
Puede que suene a tópico, pero ha sido cumplir un sueño. Los últimos cinco años he estado con ese sueño en la cabeza, muy centrada con viajar allí, mezclarme con el paisaje, con la gente que trabaja allí en la industria de la música y acabar grabando un disco, que era como el culmen del sueño.
Y trabajar con Colin Linden…
Es que él ha trabajado con artistas que han puesto banda sonora de gran parte de mi vida y al principio descarté trabajar con él por no intentarlo y llevarme un chasco. Lo bonito de esto es que la historia de ese sueño se empieza a cerrar cuando él contacta conmigo, que ha escuchado Roots y que cuando vuelvo a Nashville, que quiere girar conmigo, componer conmigo y yo dije What the fuck! Y una semana después estábamos haciendo una videollamada, haciéndonos preguntas sobre nuestras carreras y le dije que estaba acabando de componer Del Sur y él que podía en octubre y tres meses después lancé un crowdfunding y me fui para allá con mi maleta a cumplir un sueño.
¿Y qué se siente al cumplir un sueño?
Pues fíjate que a veces cuando soñamos con algo y lo conseguimos cuando llega a veces resulta más decepcionante el hacerlo que el viaje hasta allí. Pero en este caso no sólo no ha sido decepcionante, sino mucho mejor de lo que esperaba. Lejos de sentirme intimidada o insegura con Colin Linden el tipo es tan accesible, tan entrañable, tan humilde que he aprendido muchísimo y me he sentido en el estudio más cómoda y natural que en toda mi carrera.
Estudió magisterio, ¿le queda la espinita de enseñar?
Sí, de hecho es algo que últimamente me ronda la cabeza. Estudié magisterio musical en Sevilla y a cinco asignaturas de acabar fue cuando entré en el programa y la verdad es que lo echo de menos. Trabajé en una academia de inglés, enseñando a niños de infantil y primaria y los echo de menos, porque aunque los niños no son mi faceta vocacional en estado puro sí son una vocación y echo de menos la luz que ellos te transmiten. No es algo que haya descartado, es algo que está aparcado temporalmente.