«Mi falta de virtuosismo ha generado un estilo»

En una librería del barrio de Chueca (Madrid), Leiva habla sobre su nuevo disco, Nuclear (Sony), que se publicará este viernes. Lo hace bajito y de forma calmada. Cada frase es una isla flotando entre los libros.

Habla de «los románticos compradores de discos». ¿Por qué cree en la necesidad de seguir creando trabajos conceptuales?
Quizá tiene que ver con la generación a la que pertenezco, que seguimos entendiendo la música como un paquete. Yo sigo creyendo que mi obra se entiende mejor en un disco entero. Para mí escuchar un álbum es ponerlo y oír todas las canciones, no coger dos de ellas y colocarlas en una playlist. Los tiempos cambian y hay que respetar todas las maneras de consumir música, pero yo quisiera que mis discos se siguieran concibiendo como un bloque entero de canciones.

En el álbum en físico, cada canción es una capa del corazón de su portada: a nivel micro no se entiende, pero todas las capas superpuestas tienen un significado.
La portada es muy explicativa porque, al final, cada canción es una capa de una parte del corazón. Lo que queríamos contar es ese pedacito de ti que vas dejando en cada canción que haces. Cuando superpones todos los pedacitos, eso genera el corazón, que es el núcleo de todas las cosas, de donde salen todas las canciones.

¿De qué hay que desprenderse para alcanzar ese núcleo?
Me da la sensación de que hay que ir sin atajos y con todo en los textos. Ha sido la vez en la que hemos restado más elementos. En vez de pensar que era un disco especial y que se tenían que escuchar cosas nuevas, nuestra política ha sido lo contrario. Es decir: ¿qué podemos quitar para desnudar al máximo y desprendernos de cualquier cosa que vaya más allá de cuatro personas tocando en directo? Al final, el disco está reducido al mínimo posible de producción, los textos están sin dar vueltas. Es un disco ligero de equipaje.

¿Qué lugar cree que ocupa Nuclear en su carrera?
Es como si hubiese puesto el contador a cero. En este disco he dejado a un lado esa sensación de responsabilidad y las expectativas. Me he desprendido de todo y he vuelto a las canciones en su estado más puro.

Ha incluido en la edición física (que es un disco doble) la idea primigenia de las canciones que grabó en notas de voz. ¿Por qué quería mostrar las costuras de su trabajo?
Me parecía muy bonito poder explicarle al mundo cómo empiezan las canciones, desde qué lugar empiezan y cómo terminan, es decir: el proceso. Quería desmitificar un poco la visión de cómo surgen. Parece que empiezan en grandes estudios de grabación, sonando bien y, en realidad, comienzan en una grabadora, sonando mal, con muchas imperfecciones. Quería mostrarme desnudo integralmente. Yo no puedo escuchar las notas de voz porque me sonrojan. De alguna forma, ese ejercicio de enseñarle al mundo todo lo que no quisiera que oyeran me parece una manera de explicar y normalizar el proceso de composición de las cosas.

¿En qué ha variado la tecnología su proceso creativo?
En realidad, no ha cambiado nada. Sigo grabando igual, sigo empezando las canciones dejándolas registradas en una grabadora o en las notas del teléfono. Lo que sí me apetecía era lo de las notas de voz. Ya que en estos tiempos de redes sociales todo el mundo abre la puerta a su intimidad, quería abrir la mía pero desde un prisma más musical.

A pesar de que su miniserie Fans and followers es claramente irónica, ¿se ha tenido que enfrentar a la presión de adaptarse a una fórmula más vendible?
No, nunca me he sentado en una mesa donde alguien me haya sugerido que me inclinara hacia un lado para que mi música fuera más digerible o más masiva. Si me hubiera encontrado en esa situación, muy amablemente los hubiese mandado a la mierda. Siempre he hecho lo que he querido, cuando he querido y como he querido.

¿Cree que su punto fuerte son las historias?
Tengo militancia en las canciones. No soy buen cantante y creo que todas mis carencias y mi ausencia de virtuosismo en la música han generado un estilo. Siento que la parte de mi música que conecta con la gente son las canciones, las historias, más allá de mi voz. Yo cuento cosas cotidianas. Creo que las grandes canciones se extraen de momentos aparentemente cotidianos.

Y después de todo este tiempo sigue cantando en español.
Creo que hay un pequeño compromiso implícito en el oficio del compositor: contar cosas, no quedarte en lo puramente estético, en palabras biensonantes que más o menos generan una idea. Es un compromiso que yo, por lo menos, adquiero. Y mi idioma es el castellano. El francés y el inglés son preciosos. El castellano también es precioso, pero es un idioma muy agresivo en la pronunciación. Contar una historia en castellano es difícil. Que todo el mundo te entienda es complicado, porque te expones mucho. Tengo muy buenos amigos, como Xoel López, que antes cantaban en inglés y ahora lo hacen en castellano. He visto la transformación personal y la conexión que tienen ahora con su música. Creo que hay que contar cosas y que, haciéndolo en castellano, la gente me va a entender mejor.

En el proceso de normalización del español en el rock, Tequila tuvo un papel importante.
Creo que ellos fueron los primeros, o de los primeros, que castellanizaron a los Rolling Stones, con muchísimo desparpajo. A día de hoy, me doy cuenta de la grandeza que tenían esas canciones, que eran aparentemente fáciles de hacer. Tú escuchas Rock and roll en la plaza del pueblo y parece simple, que está escrita en quince minutos, pero en realidad es muy difícil hacer un rock and roll tan fresco y directo, tan urgente. Yo valoro mucho a los compositores que hacen cosas que parecen fáciles. A mí lo de andar descifrando textos y que esté todo en clave me cuesta un poco más.

En la canción No te preocupes por mí hay una parte que dice: «Después de superar mi límite mental he vuelto a remontar de repente». ¿Cree que cada disco incluye ese proceso de caerse y levantarse?
Creo que sí. Pienso que ese desequilibro, inestabilidad o fragilidad que tiene vivir de la música es la fuente más inagotable de canciones. Siempre te genera esos precipicios. Lo que alguna vez hablábamos mi amigo Quique González y yo: «Barro y gloria». Estás siempre en la noria. A veces abajo, a veces arriba. Ese verso lo explica: después de haber tocado fondo, de repente me he levantado sin saber bien cómo y otra vez estoy bien y brindando por ello.

Cuando pierde ese equilibrio, ¿qué hace para recuperarlo?
Yo me conecto mucho en la montaña, con la naturaleza y con el silencio. Ahí nadie te conoce, nadie te juzga. Es muy sanador para mí.

Dijo en una entrevista para Jot Down: «Todo el que piense que quien vive de la música se lo ha trabajado y así lo ha conseguido no ha entendido nada. Yo he tenido suerte». ¿No cree en la idea de sueño americano que dice que el esfuerzo lleva obligatoriamente al éxito?
Me parece un eslogan muy escueto. Es verdad que dentro del éxito de una obra hay talento y trabajo, pero hay un elemento mucho más importante de lo que la gente cree: la suerte. Tengo muchos amigos mucho más talentosos que yo, que han trabajado lo mismo o más que yo y no están viviendo de la música. Por lo tanto, mi reflexión nunca es: «Es que yo soy mejor que ellos». Mi conclusión es: «Yo tengo más suerte que ellos». Me parece un ejercicio de humildad entender que en la vida hay un elemento que consiste en elegir una calle y encontrarte con alguien. Esa persona te puede cambiar la vida y podías haber elegido otro camino.

En otra entrevista para Icon dijo que no se identifica con la idea de macho man, que existen miles de masculinidades. ¿Cree que, en ese sentido, su forma de hacer música y relacionarse ha cambiado?
Todos hemos ido desponjándonos de ese cliché de la masculindad rancio y casposo. Hay que reconvertir el sentido de la masculinidad, que está estrechamente ligada con el feminismo. Van de la mano. En la manera de la relacionarnos y expresarnos, afortunadamente, las cosas están cambiando. Hay que revisar las licencias literarias que llevan muchos años instaladas en el rock y que tienen un componente machista. Creo que todos estamos avanzando pero, a pesar de que yo en mi casa tengo una educación muy potente relacionada con la igualdad, soy consciente de que todos nos hemos visto en momentos con alguna actitud heredada del machismo. Tengo la sensación de que nuestra relación con la música, con el mundo y con todo está evolucionando para mejor, pero nadie está libre de haberse comportado así.

Ha colaborado con muchos artistas. ¿Hay alguno o alguna actual con el que tenga ganas de hacerlo?
Actuales, muchas. Hay una generación de mujeres de entre veinte y treinta y cinco años en Latinoamérica que está cambiando el rumbo de la música. Pienso que están conectando el folclore con lo moderno con muchísima clase y con cualquiera de ellas me gustaría hacer música. De hecho, está en mis planes juntarme con un montón de ellas para hacerlo. Pero, indudablemente, tengo otra espina clavada: con la persona con la que me hubiera encantado grabar, en su día, es Chavela Vargas [que murió en 2012].

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