«No soy un ‘pop idol’ de esos que tienen las niñas»

La imagen de portada del nuevo disco de Salvador Sobral (Lisboa, 1989), París, Lisboa (Warner), hace sentir una especie de sopor que recuerda a esos días en los que no ocurre absolutamente nada. En medio de una carretera gris cubierta de nubes grises, el cantante mira a cámara. La fotografía es un homenaje a la película de la que nace el nombre del álbum: París, Texas, de Wim Wenders. A pesar de que la imagen remite a esos momentos en lo que todo permanece inmutable, dentro de este nuevo trabajo suceden muchas cosas.

Ha dicho que el disco no tiene un concepto claro, que son canciones que le gustaban y quería ver juntas. ¿Qué cree que las mantiene unidas?
Pienso que lo que hace que sea un disco coherente es la banda, porque siento que nuestro cuarteto ya tiene un sonido que viene del primer disco pero que siempre vamos trabajando. Creo que mi voz, junto a la interpretación de todos los músicos, generan la unidad. Eso y la verdad con la cual hacemos la música, es lo que sale. Además, ese componente jazzístico, de la comunicación y la improvisación, uniformiza un poco el disco.

¿Qué cree que le aportan las colaboraciones?
La aportación de mi hermana es esencial en mi vida, no solo en este disco. Estaba seguro de que quería que ella estuviese, no solo como compositora sino también interpretando conmigo, por el simbolismo tan fuerte que es tener a mi propia hermana en el disco. Ella es parte de mi camino y de mi más grande aventura en la música, que fue Eurovisión, y la admiro tanto. Después, [Antonio] Zambujo el es el cantante que más admiro en Portugal y si hay una cosa buena de ser más conocido ahora, es poder colaborar y conocer a gente así. Jugamos a fútbol juntos y le pregunté si quería hacer Mano a mano, que es una canción que le sienta perfectamente.

¿Qué cosas ha encontrado en las dos ciudades por las que pasa el nombre del álbum, París y Lisboa?
Casi toda mi vida viví en Lisboa, antes de venir a España. «Es mi tierra, pues», como dicen. Pero, justo después de la operación, empecé a viajar mucho a París, porque mi mujer es de allá y trabaja en esa ciudad. Para mí, poder estar viajando otra vez, que los médicos me dejaran desplazarme y hacer mi vida, era un acto de liberación. Encima, cuando iba a París, no tenía nada práctico que hacer. Solo iba al cine, leía, paseaba… Era una inspiración constante. Es una ciudad que no para de moverse y eso me encanta. Me encanta la cultura que hierve en ella. Me aportó muchísimo para la creación del disco, los arreglos o la composición. Lisboa y París se complementaron así.

En la película de Wim Wenders, París, Texas, en la que está inspirado el nombre del disco, tiene mucha importancia el tema de la identidad. ¿Cree que este trabajo es también, de alguna manera, una búsqueda de esa identidad?
Sí. Sigo buscando mi identidad musical. Desde que empecé a tocar en bares de Mallorca, pasando por Barcelona, siempre he estado buscando la música que quiero hacer y mi identidad. Y espero no encontrarla nunca, porque imagínate que un día la encuentro y digo: «Bueno, ya está, ya no quiero hacer más música». Espero estarla buscando todo el tiempo.

Otro elemento que también es importante dentro de la película es la paternidad. En alguna ocasión ha dicho que su padre ha tenido mucho que ver en su descubrimiento de la música y el de su hermana. Si fuera padre, ¿qué no querría para sus hijos?
Que no hicieran lo que les gusta. Si hay una cosa que mis padres siempre me dieron fue la posibilidad de hacer lo que quería. Evidentemente, si quería hacer cosas locas, ilegalidades o criminalidades, no me dejaban; pero siempre me han dado la libertad de escoger mi camino en la vida, aunque a veces sabían que eso podía traerme cosas no tan buenas. Pero uno tiene que dejar al pájaro volar. Creo que para mis hijos querría que eligiesen su propio camino.

En Cerca del mar, canta: «Como el río en su camino, me desvío para avanzar». ¿Qué desvíos ha tomado para continuar en ese recorrido?
Todo lo que vivimos son desvíos. Todo lo que experimenté con la operación lo es. La enfermedad me hizo vivir unos desvíos que no puedes imaginarte. Esos desvíos son los que viví en ese sentido, pero también están en las cosas más pequeñas. Hoy, por ejemplo, comí un brownie increíble. Y eso es una experiencia que, seguro, también me aporta a la música. Creo que todas las vivencias son legítimas para la creación.

¿Cree que después de la operación vive las cosas de diferente forma?
¿Sabes que siempre viví la vida, así, con mucha intensidad? Pero que eso me cambió la perspectiva, no lo puedo negar. Me hizo vivir más las cosas del momento.

En Grandes ilusiones, hay unos versos que dicen: «Cuando se cruza en el camino la ilusión de perdurar, se aleja la razón». ¿Le da miedo dejar de estar en el foco de atención? ¿Ha pensado en ello?
No, ¿sabes por qué? Porque si se me va este momento, la fama y todo lo demás, si tengo salud, voy a estar bien. Yo estaba feliz en Mallorca tocando en los bares. Si mañana tengo que volver, creo que voy a estar bien. Pero, claro, uno no sabe hasta que se encuentra en esa situación. Aún así, creo que si tengo salud y consigo pagar la renta, voy a estar feliz [risas].

¿Qué es lo que le da miedo ahora mismo?
Siempre la salud. Que algo pueda no ir bien. Estas cosas no son fáciles. Una vez que vives el dark side [lado oscuro] es muy fácil volver a él. Lo que no puedo controlar es lo que más me da miedo. Si, hipotéticamente, yo tocase un día en el Carnegie Hall [mítica sala de conciertos de Nueva York], que sería una cosa impresionante, de otro mundo, no me daría tanto miedo como lo que no domino: los médicos y esas cosas.

¿Identifica algún miedo que tuviese cuando comenzó y que ya no tenga?
Siempre tuve miedo de no ser yo mismo, de no tener mi voz física, mi timbre, de que la gente pensase: «Ah, este imita a aquel otro». Por que, en verdad, uno cuando es artista lo que hace es robar a los otros y hacer su propia receta. Siempre tuve miedo porque imitaba a Caetano [Veloso] o a Chet Baker. Y pensaba «¿Será que algún día la gente sabrá quién soy o qué canto?». Pero creo que, hoy en día, mi voz ya se reconoce, más o menos.

Siempre hace distinción entre música y entretenimiento. ¿Qué entiende por cada una de esas cosas?
Esa distinción la hago cuando se habla de televisión, porque eso pasa mucho ahí. Creo que debe haber una distinción entre programas de música y programas de entretenimiento, porque en estos últimos lo más importante no es la canción, no es la música en sí, sino el entretenimiento de las personas que lo ven. Pero bueno, al final la música también es entretenimiento… En fin, se trata de una cuestión filosófica bastante dura y yo no estoy cualificado académicamente para eso.

¿Cómo se sintió con toda la debacle que se desató después de sus declaraciones sobre Eurovisión?
¿Cuáles?

Dijo que el festival había sido su «prostitución»…
Aaaaah, sí [risas]. Yo eso lo dije pero los medios de comunicación no entienden el sarcasmo, las bromas. A veces, pienso: «Ahora voy a hablar superfrío y supernormal para que no puedan malinterpretar nada». Eso de la prostitución es una broma. Está todo bien, el periodista era simpático y fue una charla entre amigos, pero lo dije con el mejor de los sentidos. Al final yo soy el más agradecido que está con todo lo de Eurovisión. Me trajo todo esto, tocar en todas partes. Es una prostitución orgullosa… En fin, ahora agarras y pones «Es una prostitución orgullosa» y sale en el titular.

¿Cree que su público va a variar, después de Eurovisión y con este disco?
Curiosa la pregunta. Mi público en Portugal no es muy joven, pero aquí en España es más variado. Entonces, no sé lo que va a pasar. No soy un pop idol de esos que tienen las niñas. Ese no es mi público. En Portugal, está compuesto por personas de treinta y algo para arriba. Aquí es variado, no lo entiendo bien, no tiene un target definido. Quizás la industria lo sabrá, no lo sé [mira a su mánager y ríe].

Le da mucho valor al directo. ¿Qué importancia tiene en su carrera?
Yo solo hago discos porque tengo que hacerlos. Me encantaría solo tocar en vivo, porque ahí es donde ves la verdadera esencia de la banda y de la música, la comunicación de los músicos, el verdadero mensaje. No creo que sea natural, o por lo menos para mí no es natural encerrarme en un cuarto con cuatro paredes y cantar. Para nadie lo es, para un micrófono, a lo mejor. Para mí es difícil hacerlo y, siempre que lo hago, mi misión es intentar hacerlo lo más parecido posible al vivo, aunque nunca voy a conseguir, pero bueno.

¿Alguna vez lo pasa mal sobre el escenario? ¿Ha sentido temor?
Miedo no, ya no. Miedo sentía antes cuando no estaba bien. A veces lo que siento es vergüenza ajena. Mirándome desde afuera, me digo: «¿Qué estás haciendo tío? ¿Por qué estás gritando así?». Tengo un diablito aquí [se señala el hombro derecho] que me dice: «¡Tío, canta!».

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