Tras 35 años ‘peleando’ sobre los escenarios, los hermanos Lucía y Joaquín Galán, alias Pimpinela, han decidido cambiar el micrófono por la pluma y hacer una «catarsis» emocional que desvela una vida pintada por el éxito pero marcada por momentos «críticos» que a punto les llevaron a disolver el grupo.
«Hubo varios momentos de situaciones críticas entre los dos donde dijimos ‘hasta acá llegamos’, ‘basta’. Pero nadie se enteró y se pudieron solucionar. Mamá funcionó como conciliadora, pero también nosotros con nuestras terapias y deseos de seguir», cuenta Lucía antes de presentar en Buenos Aires Hermanos. La verdadera historia (Planeta), su primera autobiografía.
Con 25 discos en el mercado y cientos de teatros y estadios conquistados en el mundo -entre ellos el Madison Square Garden de Nueva York-, Pimpinela se lanza a narrar en un libro hechos que hasta ahora no habían visto la luz y que creen pueden ayudar a quienes pasan por situaciones «difíciles» como las que a ellos les tocó vivir.
«Hay mucho más de vida familiar, de cosas personales y de Lucía que ni yo conocía. Cosas mías que ella tampoco sabía. Es un libro honesto y profundo para nosotros. Una especie de catarsis», asevera la parte masculina del dúo, que publicó su primer disco en 1981 y cuyo éxito llegó a la cumbre con el segundo, con el archiconocido «Olvídame y pega la vuelta».
Luchando contra el alcoholismo
En el libro, que también llegará España -donde nacieron sus padres-, cada hermano escribe un capítulo y cuenta su visión de la historia desde que Joaquín y María Engracia -los patriarcas de la familia-, decidieron cambiar, en los difíciles mediados del siglo XX, su Asturias natal por Argentina.
El primogénito de los Galán recuerda a su padre como un asturiano «maravilloso, alegre, generoso y simpático» de quien heredaron el amor por la música. Pero un fatal compañero de viaje se puso en su camino.
«Se crió en un pueblito de Asturias. Cuando dejaban de trabajar con el ganado en el prado y de hacer la siega el punto de reunión era la cantina y ese era culturalmente el beber, es algo como natural. Él tenía esa enfermedad», evoca Joaquín (Buenos Aires, 1955).
«El placer de beber se transformó en un alcoholismo que fue realmente muy duro. Cuando llegó a Argentina y nacimos nosotros nos encontramos en una situación familiar muy difícil», añade sobre una adicción que no convirtió a su padre en alguien violento ni puso en tela de juicio sus valores, pero sí «en exigencia a la familia».
El hombre, la mujer, la relación de pareja, las historias de amor y desamor y los toques de teatro hicieron de ellos un género por sí mismo, que con ‘peleas’ o sin ellas convirtió el nombre de una planta como la ‘pimpinela’ en un símbolo de la música iberoamericana que tiene cuerda para rato.